El mundo del color, que debe su nombre al pueblo donde se encuentra, está a sólo quince minutos de la sede del PSE. Phum Russei –aldea de bambú en jemer- funciona como guardería durante todo el año y se convierte en un paraíso para los niños durante las vacaciones. Unos 150 niños de entre 2 y 15 años acuden aquí todos los días de lunes a viernes para asistir al Programa de Continuidad Escolar. Catorce monitores jemeres y seis europeos, además de dos coordinadores, hacen de este Proyecto, uno para recordar.
Originalmente se llamó Paillote Two -término francés para Cabaña Dos– por ser el segundo Centro de Servicios Comunitarios (CSC). Hoy es el CSC más antiguo. El aspecto del lugar no da la imagen de «viejo», al contrario, una vez que traspasas sus puertas, entras en un mundo de color. Todos los edificios que rodean el patio, bastante amplio, están decorados con pinturas de colores.
«Se ve que los niños están contentos de estar aquí, lo que significa que nosotros también lo estamos»
marion
El objetivo de los proyectos es demostrar que el afecto es un medio eficaz para la educación. Por eso, además de educar a los niños, los monitores están aquí para hacer que se lo pasen en grande durante sus vacaciones. «Se ve que los niños están contentos de estar aquí, lo que significa que nosotros también estamos contentos», dice Marion, una voluntaria europea.
Como en la mayoría de los Proyectos, los niños llegan por la mañana y toman su típico desayuno jemer: arroz acompañado de una proteína -normalmente pescado-. Cuando terminan, cogen un Krama -pañuelo jemer- y se lo envuelven para ducharse. Una vez hecho esto, se ponen en fila y bailan con los voluntarios, para estar activos y listos para las actividades, mientras se comprueba su asistencia. A los niños les encanta bailar y aprenden rápidamente todos los pasos que los monitores realizan a diario. Antes de que empiecen las actividades, todos participan en la ceremonia de la bandera, un momento muy emotivo del día.
En un día normal, los niños se dividen en Kroms -equipos- y van rotando por las diferentes actividades que han planificado los voluntarios. Sin embargo, los viernes son un acontecimiento muy especial en PSE, ya que es el Día de las Olimpiadas. Los niños se dividen en equipos, diferentes de los de un día normal, para mezclarse por edades. Hay unas seis actividades que se juegan entre dos equipos. El krom que gana obtiene ciertos puntos y, por la tarde, podrá elegir primero el regalo que quiere llevarse a casa. Siempre es una competición. «El hecho de que unos niños reciban mejores regalos que otros no les enfada, si acaso les motiva para hacerlo mejor el próximo viernes», afirma Clau, la coordinadora europea. Los niños de Phum Russei son agradecidos y muy respetuosos con sus amigos y monitores.
Un regalo, por pequeño que sea, es excepcional y emocionante para ellos.
Estos regalos que se reparten a todos los niños de los Proyectos los viernes, los traen de casa todos los voluntarios con mucha ilusión. Es increíble ver cómo la Sala de Regalos, que al principio está llena de donaciones de empresas europeas, se vacía cada semana. A los niños les encantan las Olimpiadas porque competir les motiva y porque recibir un regalo, por pequeño que sea, es algo excepcional y emocionante para ellos.
Algunas actividades son: carrera de sacos, carrera de obstáculos, baloncesto, penaltis, carrera de krama, el juego de tira y afloja, batalla de baile, etc. Se enfrentan dos equipos y cuando terminan la actividad, rotan a la siguiente. «El objetivo de hacerles competir es enseñarles lo que es el esfuerzo y la recompensa», explica Varo, monitor europeo. Los niños disfrutan de la competitividad del ambiente, pero es importante que los monitores les recuerden que no deben pisarse unos a otros. En lugar de abuchear al equipo contrario, se anima a los niños a animar a su propio equipo. Les gusta gritar «¡Krom pi chineas chineas!». -Khmer para «¡el equipo dos gana gana!».
Antes de irse a casa, una tradición diaria en este proyecto es el «Juego de la Limpieza». Los niños reciben bolsas de basura por grupos y se les premia a llenarlas con toda la basura que puedan. Los voluntarios deciden quién gana calculando qué bolsa pesa más. A los niños les encanta este juego aunque, como dice el coordinador jemer MeyMey, «no les damos nada a cambio, simplemente les gusta mucho limpiar».
El aire que se respira en Phum Russei es de pura felicidad.
El hecho de que el número de niños que asisten a este proyecto no sea muy elevado -teniendo en cuenta el número de voluntarios- tiene un efecto muy positivo en los niños. «Conseguimos crear un vínculo muy agradable con los niños», señala Marion. «La amabilidad de los niños contribuye a que este Proyecto sea tan llevadero», añade MeyMey. Y eso se nota al entrar en las instalaciones del CSC, son como una familia. El aire que se respira en Phum Russei es de pura felicidad