En pleno corazón de PSE, el Programa Central de Continuidad Escolar acoge cada día a unos 450 niños. Con niños de toda la zona, más seis autobuses que vienen de los alrededores, la entrada de PSE Central se convierte en una fiesta cada mañana. Este proyecto tiene lugar en Stung Meanchey, uno de los distritos más pobres de Phnom Penh. Al asistir al Programa de Continuidad Escolar, los niños reciben todas las comidas, excepto la cena que la toman en sus casas.
Más de sesenta monitores jemeres y quince europeos, además de los coordinadores, hacen de PSE el lugar más seguro para estos niños. Los niños llegan a PSE a través de un pasillo de música con la que los voluntarios cantan y bailan situados en dos filas para darles la bienvenida de la manera más alegre posible. Los voluntarios contagian su sonrisa a los niños y no decaen en el resto de día. Después desayunan y se duchan según van llegando, a su hora, porque PSE Central sigue su propio ritmo. Durante estas semanas los niños aprenden, juegan y disfrutan con sus amigos y «tienen la oportunidad de intercambiar culturas e idiomas con los voluntarios europeos, algo muy enriquecedor para estos chicos», considera Sok Chan, voluntario jemer.
«El mayor reto es aprender a no tener el control»
Paloma
«Hay niños por todas partes», dice Clemence, monitora europea. Y aunque para los voluntarios es un reto manejar a un número tan grande de niños, se sorprenden de lo bien que se comportan estos cuando se les coloca en grupo. «El mayor reto es aprender a no tener el control», bromea Paloma, una voluntaria europea. Afirma que PSE Central es caos, pero al mismo tiempo, orden. Esto significa que, aunque son buenos niños y hay una estructura fija, hay cosas que están fuera del alcance de los voluntarios. Esto es la personalidad, el carácter y la espontaneidad de estos niños. «Cuanto más flexible seas, más fácil será resolver el problema», añade Thida, una voluntaria jemer. Si tienes la oportunidad de asomarte a PSE Central, verás que hay magia en este caos.
Los voluntarios buscan educar a estos niños en valores como amor, pasión y esfuerzo. Les enseñan que el trabajo en equipo es la base del éxito. «Tenemos que decirles lo valiosos que son, es nuestro deber ayudarles a adquirir buenos hábitos que les conviertan en el futuro de este país», sugiere Menlong, un instructor jemer. En función de sus edades -entre seis y catorce años-, los niños se dividen en veinte kroms -equipos-. Los instructores jemeres tienen una gran mano para manejar a los kroms, ya que cuentan con la ventaja del idioma. Saben tratar a los niños y les ayudan a ajustar sus comportamientos según la situación. Estos veinte grupos, al dispersarse, consiguen llenar el enorme espacio que se facilita para el Programa. Los voluntarios tienen un amplio abanico de posibilidades para preparar actividades para los niños, ya que las instalaciones son interminables.
Las actividades se planifican de forma que los grupos con los niños más pequeños participen en algunas y los mayores, en otras. «Así podemos maximizar los resultados en función de su capacidad de atención», señala Ángela, coordinadora europea. Algunos de ellos están empezando a pensar en su futuro, mientras que otros acaban de empezar el colegio. Los mayores participan en actividades que tienen continuidad, es decir, que una va ligada a la siguiente y así sucesivamente. Tienen lugar tanto en el interior como en el exterior y siguen un tema determinado, ya que se ha demostrado que se implican más con este método. En cuanto a los más pequeños, las actividades son de menor duración, teniendo en cuenta su falta de concentración en determinados momentos. El inglés se les introduce a través del juego. Además, el Equipo Médico y Dental se une al Proyecto de vez en cuando para dar asistencia médica si es necesario y talleres sobre diferentes temas.
Como una cadena de engranajes
La logística de este proyecto es algo digno de admiración. Como muchas cosas en Central, funciona como una cadena de engranajes en la que cada uno contribuye con sus tareas al buen funcionamiento de todo. El Equipo de Servicio -que rota diariamente- se encarga de tener listos y permanentemente limpios los puntos de desayuno, comida y goûte, así como de ayudar en todo lo que sea necesario. No sólo prestan su tiempo a PSE Central, sino que también preparan las comidas para otros Proyectos. También hay una persona específica que se encarga del material para las actividades durante todo el día. Aunque las actividades preparadas en este Proyecto requieren poca cantidad de material -para ahorrar dinero- sigue habiendo una media de veinte actividades diarias. En base a esto, se requiere mucho material y organización.
Cuerpos enérgicos con ganas de participar en lo que venga.
La imagen visual del Proyecto Central es similar a la de un hormiguero, con sus partes desordenadas y sus líneas serpenteantes que se cruzan. Las chuas –filas- son líneas perfectas con cuerpos enérgicos con ganas de participar en lo que venga. Son niños listos que saben que, cuanto antes hagan lo que se les manda, antes pasarán a la parte buena. Son pacientes y esperan ordenadamente para recibir la comida. Agradecen todo lo que se les da y, el Día de las Olimpiadas, se ponen eufóricos cuando reciben hasta el más pequeño de los regalos. «Son competitivos, juegan hasta el final y animan a sus compañeros a ganar», comenta Clo, voluntaria europea. «Quieren jugar constantemente y son incombustibles», explica Gonzalo, coordinador europeo. El único silencio que se escucha en la Central llega a la hora de la meditación y de la siesta. La lista de descripciones para estos niños es tan interminable como su energía.
Todos forman parte de un gran puzle.
En conclusión, el buen funcionamiento de este proyecto se debe a la gran cooperación entre voluntarios jemeres y europeos que, trabajando todos a uno, buscan que los niños disfruten al máximo de estas semanas. «Todos estamos en el mismo barco», afirma Clo. Menglong, monitor jemer, afirma que estos niños son fáciles de leer porque no saben ocultar sus emociones. Esto facilita a los voluntarios captar y responder a sus necesidades. El coordinador jemer, Sopanuth, señala que si el Proyecto funciona es gracias a los voluntarios, que saben exactamente lo que tienen que hacer, y a los niños, que son obedientes y se nota que están felices de estar aquí. Cada uno tiene su lugar en Central pero, al mismo tiempo, todos forman parte de un gran puzle con un único objetivo: destruir la miseria.