MALTRATO EN CAMBOYA
Muchos niños camboyanos sufren
violencia en sus entornos más
próximos de manera habitual en
forma de: patadas, agresiones con
objetos contundentes, quemaduras,
amenazas con cuchillos o pistolas, y
esto sin contar con las agresiones
sexuales. Por una parte los niños
crecen asumiendo la violencia como
un hecho cotidiano dado que en un
medio de pobreza y marginalidad
extrema forma parte de la rutina. La
completa ausencia de ayudas
sociales, los estereotipos de género
tradicionales en esta cultura, el alto
desempleo, el consumo de drogas…
no hacen sino contribuir a esta
situación donde el colectivo infantil
padece una auténtica indefensión.
Por otra parte estas agresiones no
suelen denunciarse, en parte porque
los niños no tienen recursos y en
parte porque se asume muchas veces
que la agresión es merecida.
Prácticas tradicionales violentas
percibidas como normales o formas
de castigo “razonables o legales”,
que a menudo son disfrazadas de
disciplina, agravan la situación. Por si
fuera poco, según estudios recientes
se ha detectado un aumento
alarmante de niños que son víctimas
de malos tratos en la escuela, en cuyo
seno, ciertos castigos físicos son
permitidos y admitidos
popularmente. En resumen,
costumbres que perpetúan y justifican
la violencia contra la infancia en
Camboya.
Solo una pequeñísima proporción de
estas agresiones es investigada y
pocos los autores que son
procesados. Camboya no cuenta por
el momento con un sistema
responsable y eficaz para combatir y
perseguir estas conductas.
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¿Cómo podemos esperar que
los niños y niñas tomen los
derechos humanos en serio y
ayuden a construir una cultura
de derechos humanos,
mientras nosotros los adultos
no sólo persistimos en
abofetearlos, zurrarlos,
golpearlos y azotarlos, sino
que de hecho defendemos
esta violencia diciendo que es
‘por su propio bien’? Golpear
a los niños no es solamente
una lección de mal
comportamiento; es una
poderosa demostración de
desprecio por los derechos
humanos de personas más
pequeñas y más débiles.
Thomas Hammarberg
Comisionado de Derechos de Europa en
2006
PSE trabaja en Camboya para paliar
en la medida de sus posibilidades los
efectos de este gravísimo problema,
en una labor de detección en primera
instancia a través de sus Servicios
Sociales, e integrando a los niños que
los sufren en alguno de sus seis
programas —Atención y alimentación,
Protección, Escolarización, Formación
de un oficio, Actividad extracurricular
y Ayuda a las familias— y con un
posterior seguimiento de cada caso,
en ocasiones coordinándose con
instituciones oficiales locales en los
casos más graves. En la actualidad, de
los cerca de 7000 niños que se
benefician de los programas de PSE,
una pequeña parte de ellos ha sido
rescatada sin duda de un entorno de
extrema violencia y viven, se
desarrollan y forman académicamente
con normalidad y en la esperanza de
poder mitigar los efectos de su
pasado violento y ante la expectativa
de un futuro digno.
PSE trabaja diariamenete para que los niños que hayan sufrido maltrato superen
sus secuelas. El Programa de Continuidad Escolar apoya este proceso.