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LA SELECCIÓN Si los niños serán el futuro, los adolescentes, LO SON! Y más en países como Camboya donde la infancia es un concepto olvidado, que hay que vivir a toda prisa porque hace falta trabajar. Nos inscribimos como voluntarios pensando en las caritas de los peques y en todo lo que vamos a jugar con ellos, pero se nos olvidan los adolescentes, que ahora más que nunca necesitan nuestro cariño, enseñanzas y diversión.
DEBUTANDO EN CINES, CENTROS COMERCIALES Y PISCINAS Los mejores días eran los de excursión, te contagiaban su emoción por conocer sitios nuevos o hacer actividades que si no fuera por PSE no podrían permitirse. Uno de los días que más me sorprendieron fue el que fuimos al cine. Íbamos a ver la película de los Minions, pero a ellos el título les daba igual, estaban alucinados con las gafas de 3D e intentaban atrapar con las manos las imágenes que salían de la pantalla. Teníamos chicos sentados por las escaleras porque éramos tantos que no cabíamos en la sala, y las carcajadas y gritos no dejaron de sonar durante toda la película. ¡Nunca había ido a un pase tan especial!.
Laura con tres adolescentes en un descanso.
Primera experiencia en 3D.
EL MILAGRO: 200 ADOLESCENTES MEDITANDO Otro momento inolvidable fue el primer día de meditación. Llevábamos 3 días de campamento y empezábamos a agobiarnos con si sabríamos lidiar con unos chavales, que medían una cabeza más que nosotras, y que, como adolescentes que son, a veces no querían hacer las actividades que les planteábamos. De repente, entre toda la revolución, llegó la hora de meditación, y, sin rechistar, todos se sentaron en filas, cerraron los ojos, pusieron sus piernas entrelazadas y se relajaron. IMPRESIONANTE! Trata de poner a 200 adolescentes en España a hacer relajación, yo he probado con 30 y es imposible. Tuvimos largas charlas, con la ayuda de los monitores khemeres, sobre sexualidad, drogas, y sobre su futuro. Me sorprendió al preguntarle a uno de mis chicos qué quería ser de mayor, que ilusionado contestase “médico”, pero hacía más de un año que había abandonado sus estudios básicos para ponerse a trabajar en la construcción y aportar dinero en casa.
EL FINAL DEL CAMINO….POR AHORA Al final del campamento las lágrimas se mezclaban con la alegría de saber que algunos de los chavales que habían dejado de estudiar, podrían retomarlo al año siguiente gracias a la ayuda de PSE, que además de escolarizar de forma gratuita, compensa a las familias económicamente para que sus hijos no se tengan que ver obligados a trabajar. La sensación que me he traído a España es la de que al final, pese a que vivamos en puntas diferentes del planeta, los adolescentes son iguales aquí que allí. Están encontrándose a sí mismos, tienen vergüenza de su físico, empiezan a maquillarse y a ser más coquetos, empiezan a echarse novietes, no les gusta que les manden, y tienen unas ansias terribles de disfrutar y pasárselo bien. Esa es nuestra misión, hacer que se olviden de los problemas, que reciban el cariño que a muchos les falta, y que puedan hacer cosas de teenagers, como debería ser. Estoy deseando volver el año que viene, reencontrarme con los monitores khemeres y con mis chicos/ as, sobre todo con mi Krom 8, que tantos buenos ratos me han dado. ¡OKUM CHARAN!
Ahí no acababa la experiencia, para muchos, era la primera vez que pisaban un centro comercial, y las escaleras mecánicas se convirtieron en una atracción muy rentable. Nos pedían que les agarrásemos de la mano para poder montarse en el primer escalón, casi temblando de los nervios. Lo mismo sucedía en la piscina o lagos con que les enseñásemos a nadar, o en los ratos libres a hablar en inglés o bailar. Pero el aprendizaje era mutuo, aprendí yo más de ellos que ellos de mí; de su generosidad (cómo te lo ofrecían todo pese a no tener nada), a divertirse con un par de chanclas y un tapón, a decir las cosas con la mirada, y a no dejar de sonreír aunque la situación en casa fuera horrible.
El primer día tuvimos la ardua tarea de seleccionar quiénes serían nuestros teenagers, solo podíamos coger a 150 por el número de monitores que éramos, y la cola de chavales que decían tener más de 15 años era inmensa. A los dos días no hubo otra opción que desechar la idea de tener 8 grupos reducidos, y recibir hasta 350 adolescentes. No podíamos privarles de las excursiones y las actividades tan buenas que les teníamos preparadas. Un adolescente no es igual que un niño, tienes que ganarte su confianza y su aceptación, y creedme que hay que trabajárselo mucho, pero es muy gratificante cuando de repente llegas un día al autobús y te están guardando un huequito para que te sientes, te compran un helado o te hacen una pulsera. Es su manera de decirte “GRACIAS”.
Después del chapuzón en el lago.
      Excursión a los templos de Angkor.
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